¿Y ahora qué?

Un poquito de calorcito para el frio domingo 😉

Recorrió su columna ejerciendo la presión justa para hacer que la muchacha se estremeciera bajo su caricia. Llegó hasta la nuca y frenó la impúdica ascensión llenando la palma de su mano con el delicado cuello de ella. La echó ligeramente hacia atrás para penetrar de nuevo en sus misteriosos ojos y ella aprovechó para atrapar entre sus dientes el labio inferior de su cazador.

El cazador se sintió cazado y acercó con fuerza la cara de la osada e incitante presa que respondió a tal muestra de poder con una sonrisa que quedó borrada por un beso apasionado, vehemente, húmedo y desenfrenado. La calidez de las lenguas jugando a encontrarse aceleró el pulso de ambos corazones.

El cazador seguía presionando la nuca de la chica a pesar de no ser necesario puesto que la presa no quería huir y así se lo hizo saber arqueando la espalda y presionando con sus pechos el torso del hombre,  incitándole a que con su otra mano recorriese la curva de su espalda hasta el final y culminar así en sus nalgas que recibieron la mano intrusa gustosas, provocando un jadeo en la presa. La ropa comenzaba a sobrar.

El cazador aflojó la presión y volvió a centrarse en los ojos de la chica, brillantes, excitados, las pupilas dilatadas por la falta de luz. «Noche cerrada», pensó el cazador mientras ella le mordía el lóbulo de la oreja y bajaba por su cuello intercalando pequeños lametazos y traviesos mordiscos que empezaban a llevarle a la perdición, a querer cruzar los límites autoimpuestos, a desear agarrar por las muñecas a esa chica que le había atrapado y empujarla contra la pared, recorrer todo su cuerpo con sus manos y besar cada rincón prohibido hasta que sus jadeos le impidiesen respirar.

Ella pareció leer sus pensamientos y pasando con sensualidad el dedo por el puente de la nariz del chico y humedeciéndose los labios con malicia le dijo:

—Bueno…¿Y ahora qué?