Era él, estaba segura. Ese torso ancho, el pelo negro como su corazón y enmarañado como su alma, la nariz ligeramente puntiaguda: era él y acababa de entrar en ese bar. Primero sus músculos se paralizaron y acto seguido una quemazón se ensañó con sus entrañas para poco a poco acomodarse en sus mejillas. Hacía... Leer más →




