Una de colores

Sus bocas se unieron sin quererlo de forma inconsciente. Intentaron con todas sus fuerzas que no fuese así pero la invisible energía magnética empujaba sus bocas hacia un abismo del que no podrían escapar jamás.

La nuca de él comenzó a perlarse de sudor y ella ladeó su cuello para acomodarse en el hombro del chico. Podía sentir el aliento de la pálida muchacha rozando su oreja.

La joven paseó la lánguida y suave mano por el oscuro torso sin pudor y él se estremeció. Respondió a la afrenta saboreando los pequeños y blancos pechos de ella.

—No noto la diferencia —susurró al llegar al ombligo.

—Yo tampoco —reconoció la pelirroja con miedo sabiendo que esa sería su perdición.

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